Hoy volvemos al libro "Hombres de Hollywood" con Johnny Depp : el icono de la cultura emo. El paradigma del adolescente confuso y sensible en su variante Gótica, con alma de mimo.
Fue durante años la oveja negra de una industria de Dollys clónicas. Una celebración de lo diferente, feliz de moverse por los arcenes del “establishment” de espaldas a los gustos de consumo mayoritarios. Una radicalidad estimulante de un actor, tal vez el mejor de su generación, que supo desmarcarse de una teleserie para no ser carnaza adolescente.
Conocer a Tim Burton, el realizador que mejor ha sabido encauzar su personal talento, fue su salvación, dándole una inmensa galería de personajes sensibles y extravagantes. Su obra maestra fue Eduardo manostijeras, ese alma inocente, juguete roto necesitado de amor que obtuvo unas tijeras en lugar de manos. Poesía de lo diferente en manos de un actor inspirado. Deep recurrió a Keaton, Chaplin y Giulietta Masina como fuentes y se hizo la luz. Abanderado de los independientes (Kusturica, Jarmusch, Waters) su gusto por el riesgo produce a veces fallos notables. Representante del desaliño “Grunge”, fumador empedernido, a pocos les fastidia tanto ser guapo como a Deep, que hace de todo con tal de sacudirse esa imagen.
Sorprendentemente, tras tantos años de evitar el éxito, éste le llego con el anti-héroe más subversivo de Disney; Jack Sparrow, excéntrico y amanerado Pirata, Alcohólico, de sexualidad indefinida, crápula, liberal, amoral y deshonesto, que tuvo como fuente de inspiración a Keith Richards y a la mofeta pepe le pew. Los productores se echaron a temblar al ver su manierista interpretación. Pero Depp acertó con su composición (llego a estar nominado) y convirtió al personaje en una exitosa franquicia.
Y es que ya lo decía Sabina… “de entre todas la vidas, yo escojo… la del pirata cojo”.
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