Elvis fue durante siete años uno de los 10 actores mas
taquilleros de Hollywood y sin embargo nunca llegó a participar en una película
digna de mención.
Elvis fue un fenómeno social en si mismo.
Al igual que Brando y Dean,
Elvis proyectaba en su perfecto rostro una nueva imagen de virilidad indolente,
basada en un fondo de agresiva vulnerabilidad. Sobre las tablas era el delirio,
puro sexo, adorado por una multitud juvenil que provocaba el rechazo de padres,
educadores y gobernantes.
En sus primeras películas Elvis mostraba esa imagen de indomable rebelde, problemático y
ruidoso, a imagen de sus héroes cinematográficos
Colérico y a veces violento era
no obstante redimido socialmente, en un impuesto “happy end”, gracias a un
fondo noble y bondadoso. Tampoco pudo evitar salir cantando en ninguna de ellas
como pretendía. Entonces llegó la llamada a filas.
A su regreso, con la pátina de
respeto social de ser héroe de guerra. El tímido rocker que escandalizara años
antes se vio reconvertido en respetable showman.
Entre la primavera de 1961 y
el verano de 1968 Elvis intervino en 21 películas escapistas, lujosas y románticas. Musicales con
tramas, chicas y canciones intercambiables en las que Elvis era ahora
trapecista, ahora boxeador, ahora corredor de formula uno o trabajaba en un
circo. Elvis conseguía, al fin, su sueño dorado de gustar a padres e hijos,
recibiendo 50.000 cartas semanales.
Al final de esta etapa se había convertido
en una caricatura de si mismo. ¿Qué actor hubiese salido indemne de semejantes
films?
Al igual que sucediera con Valentino o Dean, su prematura muerte a los 42 años, cuando evidenciaba un claro declive físico, convirtió el “culto a Elvis” en un fenómeno masivo descabellado, en un producto de consumo aún vigente. Elvis, como el Cid, sigue ganando batallas después de muerto.
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